Mi alter ego

 

La novela relata en clave esperpéntica la experiencia vital de un joven paquete postal de nombre CP04976710ES; nuestro héroe de papel timbrado debe embarcarse en un viaje iniciático que lo obligará a superar enormes dificultades si quiere llegar a convertirse en un paquete de provecho.

Desde una pequeña oficina de Correos en el nordeste de Madrid, recorrerá un largo camino hasta llegar a una base naval en Punto Fijo, Venezuela; durante tan largo viaje vivirá azarosas aventuras en compañía de los más diversos personajes, enrolado en el carguero postal «El Pronador de los Mares» a las órdenes de su anárquico capitán Scopoulos, surcará procelosos mares, navegará por enormes y lejanos océanos, superará el paso por temibles estrechos cuyos vientos son capaces de arrancar de cuajo el mástil de un velero, se dejará llevar plácidamente por canales artificiales, atravesará ardientes desiertos salados y se enfrentará a extraños y triangulares fenómenos paranormales hasta conseguir superar las mil y una inverosímiles piedras que la desbocada imaginación del autor le irá metiendo en los zapatos en cada capítulo antes de conseguir arribar sano y salvo a su destino final.

Salpicada de poesía ajena esta obra es un claro ejemplo de la disparatada personalidad de su autor quien a lo largo de la trama dejará volar libre y sin ataduras su habitual fantasía y creatividad, sacrificando a menudo la formalidad literaria a cambio de mantener la tensión narrativa. Por ello, esta novela solamente es recomendable para personas acostumbradas a su impredecible prosa, ya que una exposición repetitiva a sus textos es indudable que terminaría afectando a sus lectores, suponiendo que quede alguno sobre la faz de la Tierra que pueda encajar medianamente en la definición; adicionalmente, deben ser personas dispuestas a enfrentarse a los peligros de semejante singladura náutica sin temor a sufrir el mal del mar o mareo, científicamente conocido como cinetosis. 

   

Sucedió que yendo Pablo de Tarso de camino a Damasco, de repente se vio rodeado por una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Los hombres que iban con él se detuvieron mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. Pablo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.

Así el autor, salvando las distancias con la conversión de san Pablo y sin querer establecer odiosas comparaciones ni molestar las creencias de nadie, estando una tarde en la cinta del gimnasio intentando hacer algo de ejercicio aeróbico, de repente su mirada se posó lasciva en el bamboleante trasero de una fermosa fémina que hacía lo mismo que él pero mucho mejor en la cinta de enfrente.

Distraído, apenas fue un breve descuido, por aquella visión prodigiosa, tropezó, cayó en tierra y fue deshonrosamente arrastrado por la cinta hasta chocar violentamente contra la pared trasera; oyó una voz que decía «Rápido que alguien llame al SAMUR porque este tío se ha roto la cabeza», el resto de personas de la sala detuvieron sus ejercicios mudos de espanto, oyeron el fuerte golpe y escuchaban su lamento, pero no veían a nadie porque yacía retorciéndose de dolor en el suelo, semioculto por la siniestra maquinaria. Con ayuda se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada, solo estrellitas brillantes orbitando enloquecidas en torno a su confundida cabeza. Lo llevaron de la mano y le hicieron entrar en el botiquín, donde tumbado en una camilla pasó los siguientes quince minutos sin querer ver, ni oír, ni comer, ni beber.

Y, lo que resulta verdaderamente increíble, sin hablar. Recuperado del golpe, y probablemente a causa de este, decidió que correría maratones que sin duda son menos peligrosos. 

   

Para entender este libro habría que conocer la trayectoria del autor durante su enajenada transformación en Santi Palillo, un veterano corredor del montón que, acompañando cierta obsesión por correr, mantuvo durante años un blog en el que compartía sus zancadas con quién tuviera a bien aparecer por allí.

Se dice que Agatocles, tirano de Siracusa, murió envenenado. Menón de Egesta fue contratado por Archagathus (nieto de Agatocles) para darle el pasaporte final, temeroso de que su abuelo no lo nombrase sucesor en el trono. El veneno le fue colocado en un palillo de dientes, dado que todos los alimentos que ingería eran probados previamente por el credenciero, persona encargada de hacer la salva (cata previa) para intentar evitar su envenenamiento.

Aunque publicó muchísimas entradas durante once años, el libro se centra en un período concreto en el que estuvo muy activo —probablemente demasiado— corriendo y publicando sin parar; podría haber escogido entre cientos de ellas pero daría igual, todas valdrían para mostrar cómo fueron las «Historias de Santi Palillo».

El autor no se envenenó con otro palillo que no fuera su propio personaje, por eso un buen día decidió cerrar aquel capítulo de su vida para recuperar su identidad original y hoy edita este libro para dejar escrito algo de todo aquello. Salvo que seas un familiar cercano, un buen amigo o un antiguo seguidor de sus historias, no pierdas el tiempo buscando al asesino. 

   

Así como los años bisiestos, por razones del calendario gregoriano, no se celebran todos los años, el autor de esta recopilación de artículos, publicados en su antiguo y olvidado blog «Historias de Santi Palillo», se despertó un buen día con la idea de aprovechar alguno de ellos para hacer algo diferente de los años ordinarios.

«Saldré a correr todos los días durante un año y para que no sea tan fácil lo haré durante un año bisiesto» fue el reto que se impuso y ya sabemos que cuando algo se le mete en la cabeza no hay quién lo pare.

Una vez tomada tan estrafalaria decisión (en opinión de algunos de sus próximos) esperó pacientemente a que llegase el siguiente año bisiesto, no tuvo que esperar demasiado porque fue pensado y hecho; el 18 de diciembre de 2011 dio la primera de una millonaria serie de zancadas que lo llevaron sin parar hasta el mismo día del año siguiente que fue bisiesto por ajustes del calendario y no por casualidades del destino.

Casi cuatro mil kilómetros recorridos a lo largo de trescientos sesenta y seis días practicando lo que los norteamericanos han llamado «streak running» que, si bien no tiene una definición equivalente en castellano, sería algo parecido a «este señor está para que lo encierren». De la primera a la última página, el autor se muestra tal y cómo es, sin trampa ni cartón; los hechos que relata no son producto de su imaginación, porque todos fueron reales; agobiado por el vertiginoso paso del tiempo, ha querido dejar constancia escrita en esta memoria «bisiesta» porque la memoria real (facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado) se va tornando olvidadiza con los años y él quisiera recordarlos cuando ya no pueda hacerlo.

   

Los relatos que se incluyen en este libro tienen al parque del Buen Retiro de Madrid como escenario principal e hilo conductor de los mismos, bien porque los hechos sucedan en este maravilloso e histórico recinto, verdadera joya urbana de la que podemos sentirnos orgullosos, porque se inspiren en él de alguna forma o por mero capricho del autor.

Como se afirma en el interior «a veces hay que inyectarse fantasía para no morir de realidad», por eso los relatos son piezas sueltas que no siguen reglas preestablecidas y mezclan profusamente todos los conceptos posibles, sin poder determinarse tras su lectura si los hechos fueron ciertos o imaginados, soñados o vividos, forzados o voluntarios.

Qué más da, en el fondo es lo de menos, son mero producto de su imaginación desbordante, a los que posteriormente se empeñó en dar forma literaria para compartirlos con su público objetivo, conformado como en el resto de sus libros por la familia y amigos que lo aprecian y no tendrán demasiado en cuenta los defectos formales que pueda cometer.

En geometría, se denomina pentágono a un polígono de cinco lados y cinco vértices. Un pentágono regular es aquél que tiene todos sus lados iguales y sus ángulos internos congruentes… nada más lejos de su intención que ser regular y congruente a estas alturas, a buenas horas mangas verdes, el adjetivo con que se califican estos relatos se debe a la forma poligonal que le sugiere el parque visto desde las nubes que es dónde suele vivir nuestro autor la mayor parte del tiempo.